El salón de actos estaba rodeado por una exposición de relatos impresos sobre cartón-pluma, las luces encendidas, la calefacción en marcha, el público murmurante a la espera de un sonido, de algún toque de atención que marcara el inicio del acto. Y ese toque llegó, ya lo creo que llegó, bajo el grave disfraz de un «do» percutido. Y, un año más, daba comienzo nuestra tarde literaria.
El micrófono capturó una voz, y comenzó a expulsarla a través de los altavoces. Quinto concurso Tono Escobedo, dijo la voz al principio. La voz cambió de forma. Ahora contaba una historia, un relato, una ficción. Un conjunto de letras por cuyas curvas vibraba, como si de las cuerdas de un piano se trataran, el sonido de una nota.
Do percutido.
La voz cesó. El público salió a la calle, atraído por por la llamada de la música. Música alegre, música de Xaranga. De Xaranga Mecánica.
Y, en algún momento, un Re. De nuevo voz a través de altavoces; de nuevo ficción, de nuevo palabras vibrando, acompañadas de música, de melodías inspiradas en letras, y letras inspiradas en música.
Así comenzó el pasacalles literario y musical, con todos nosotros recorriendo las calles de El Puig, bailando con música, escuchando ficciones por distintos rincones. Una calle. Fa. Una plaza. Sol. Unas escaleras. La. Los vecinos y vecinas se asomaban a las ventanas, asombrados de ver a la literatura y a la música invadir sus calles, hacer revolotear en el aire las hojas de la imaginación.
En algún momento dado, llegamos al Monasterio que guarda una prensa de Gutenberg. Las letras impresas se cruzaban con su origen. Y nosotros nos cruzábamos con una mujer con micrófono, con una guía, que hablaba de historias pasadas y que señalaba con sus dedos, y nuestros ojos seguían sus indicaciones. Fuimos guiados a lo largo de grandes pasillos, a través de una sala gótica con libros antiguos latentes bajo sus vitrinas, a una antigua capilla donde sonaron un nuevo Si y una nueva ficción.
Finalmente alcanzamos la sala final, donde sonó la nota final, que resultó ser un Mi, y donde de nuevo una voz fue expulsada por altavoces, y contó una historia final que también vibraba en la nota posesiva. El relato ganador dio paso a la entrega de premios. Y la entrega de premios, a su vez, dio paso al espumoso de Reymos, que comenzó a ser vertido en las copas, y a los dulces, y a las conversaciones, y a los encuentros.
Y después, silencio.
Todo el acto fue emitido en directo, cortesía de Carlos Núñez, y el video completo puede verse a continuación:
El libro «Las 7 notas musicales», que contiene una selección de relatos elegida por el jurado, puede conseguirse en este enlace.
El resto de fotos del evento pueden encontrarse aquí.