4- Las bondades de la incertidumbre

No saber por qué existimos en el mundo, ni por qué existe éste; no saber qué está bien o qué está mal; no saber qué ideología es la más adecuada; no saber hasta qué punto lo que perciben nuestros sentidos se asemeja a la realidad, ni hasta qué punto nuestra mente puede, siquiera, comprenderla… En una palabra: dudar.

¿Quién no ha sufrido alguna vez el frío causado por una duda? ¿El estremecimiento por un momento en el que, vacilantes, hemos percibido el sin sentido de nuestras vidas, o de una parte de ellas? Tal vez fuera un instante efímero, segundos antes de conciliar el sueño, en que nos hemos planteado lo que hacemos, lo que somos, o lo que creemos. Por suerte, ese momento pasa, y a la mañana siguiente uno despierta con el ánimo renovado para seguir danzando en el baile de disfraces de las certezas.

Leer más

Saludos, navegante

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para fines de afiliación y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad