4- Las bondades de la incertidumbre

No saber por qué existimos en el mundo, ni por qué existe éste; no saber qué está bien o qué está mal; no saber qué ideología es la más adecuada; no saber hasta qué punto lo que perciben nuestros sentidos se asemeja a la realidad, ni hasta qué punto nuestra mente puede, siquiera, comprenderla… En una palabra: dudar.

¿Quién no ha sufrido alguna vez el frío causado por una duda? ¿El estremecimiento por un momento en el que, vacilantes, hemos percibido el sin sentido de nuestras vidas, o de una parte de ellas? Tal vez fuera un instante efímero, segundos antes de conciliar el sueño, en que nos hemos planteado lo que hacemos, lo que somos, o lo que creemos. Por suerte, ese momento pasa, y a la mañana siguiente uno despierta con el ánimo renovado para seguir danzando en el baile de disfraces de las certezas.

Si la duda persiste, si esa nausea y ese sentimiento del ridículo de la vida no desaparecen, uno siempre puede tomarse un buen Prozac, o realizar algo de meditación moderna: encender alguna pantalla y dejar la mente blanca de pensamientos. Cualquier cosa menos el terror de la incertidumbre…

Pero, ¿y si la duda no fuese tan horripilante? ¿Y si pudiera ser transformada en una aliada, y utilizar sus recursos para mejorar nuestro día a día? ¿Qué ventajas podría ofrecernos una alianza con la incertidumbre?

En los anteriores artículos (los vendedores de certezas y los compradores de certezas) ya se pueden comenzar a entrever algunas de las virtudes de la duda: libertad, progreso y tolerancia.

El estado de incertidumbre proporciona más libertad, porque permite la apertura a un mayor número de posibilidades. Tener una certeza significa tomar la decisión de creer que una opinión es la verdad, eliminando todo el resto de posibilidades.

Uno puede tener la certeza estética de que el arte abstracto no es arte, o no es arte bueno, por ejemplo. Y no sólo le sería complicado de demostrar tal creencia, sino que además se estaría restringiendo el rango de obras pictóricas que podría llegar a disfrutar. Y lo mismo puede aplicarse a las certezas morales, ideológicas, filosóficas, etc.

Por otro lado, la incertidumbre está más abierta al progreso y al desarrollo de nuestro conocimiento. Las certezas afirman que algo es cierto, y lo único que podemos hacer al respecto es memorizar tales verdades. La incertidumbre, en cambio, nos invita a pensar.

Los cambios culturales y el desarrollo de nuestro conocimiento sólo aparecen gracias a la gente que duda, y que se atreve a pensar diferente. Lo «imposible» sólo puede ser logrado por personas que dudan de tales imposibilidades.

«Hablan mucho de la belleza de la certidumbre como si ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la duda es apasionante.» OSCAR WILDE

Finalmente, la incertidumbre ofrece una mayor tolerancia, y lo hace de una forma doble:

Nos permite ser más tolerantes con los otros. Al no concebir nuestras preferencias y opiniones como verdades absolutas, podemos estar más abiertos con las personas que piensan y opinan diferente. Que otros piensen de forma distinta no se convierte en un ataque a nuestra realidad personal, y podemos tener un rango de amistades más amplio y vivir conectando con más personas.

En realidad, que otros piensen distinto nos beneficia, porque podríamos haber impuesto nuestras ideas y, más tarde, descubrir que estábamos equivocados. La incertidumbre ayuda a mantener la variedad.

Gracias a la incertidumbre también podemos ser más tolerantes con nosotros mismos. Podemos permitirnos considerar nuevas ideas que antes no hubiéramos tolerado, sin tener que entrar en incoherencia con nosotros ni tener que herirnos. La incertidumbre nos permite ir cambiado de opiniones, posturas y gustos durante los años sin entrar en una crisis existencial cada vez que lo hacemos. Nuestras preferencias y opiniones no son más que partes superficiales de nuestro ser, susceptibles de ser cambiadas, mientras que nuestra parte más esencial permanece en un estado de duda y de apertura.

Estos son algunos de los motivos por los que la incertidumbre podría sernos de utilidad, y por lo que podría valer la pena tenerla en cuenta en esta sociedad de las certezas, y en este momento social donde crecen las ideas radicalizadas.

Tal vez sería mejor ser perfectos, descubrir una verdad única e irrefutable, y ser coherentes con ella hasta el fin de nuestros días. Pero, como por el momento, parece algo bastante improbable, puede ser más útil vivir en la duda, reflexionando sobre todo sin tener que emitir juicios definitivos.

«¿Existe algún conocimiento en el mundo tan cierto que ninguna persona razonable podría poner en duda?» BERTRAND RUSSEL

La incertidumbre nos puede ofrecer una perspectiva más compleja y relativa que las certezas absolutas, que suelen ser escuetos resúmenes de la realidad.

Así, es con la duda que podemos liberarnos del estrés producido por los imposibles y los límites de las perspectivas simples de una verdad única, que suele hacer aguas por algún lado al ser enfrentada con la complejidad de la existencia.

Si hasta ahora se ha hablado de las ventajas de la duda de una forma abstracta, en los próximos artículos se pondrán en duda algunas de las «certezas» más arraigadas de nuestra sociedad, y se tratará de mostrar algunas de las ventajas concretas que la duda puede ofrecer frente a tales creencias.

Puedes encontrar todos los artículos de «La firmeza de la incertidumbre» en este ÍNDICE DE CONTENIDOS.
Imágenes: Escena de la película 2001: A Space Odyssey, y Dark Rift  

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