El salón de actos estaba rodeado por una exposición de relatos impresos sobre cartón-pluma, las luces encendidas, la calefacción en marcha, el público murmurante a la espera de un sonido, de algún toque de atención que marcara el inicio del acto. Y ese toque llegó, ya lo creo que llegó, bajo el grave disfraz de un «do» percutido. Y, un año más, daba comienzo nuestra tarde literaria.