Recuerdo que, en una ocasión, yendo a clases de alemán en una escuela de idiomas, me senté junto a una chica joven que solía leer un libro relacionado con los chakras y el yoga durante los cinco minutos previos al comienzo de las clases. Sentí curiosidad y le pregunté que qué le parecía la lectura, y así comenzamos una breve conversación que acabó desembocando en el tema de las religiones. Me preguntó si era creyente. No de alguna religión en concreto, sino en general, creyente «de algo». Le dije que no y que, en cualquier caso, me parecía bastante más útil la duda que las creencias.