Uno de los problemas de las certezas, es que a menudo no son más que creencias vendidas como si fuesen verdades, en lugar de como opiniones sesgadas, subjetivas y casi siempre demasiado simples para describir la totalidad de un mundo complejo.
La sociedad recibe una oferta constante de opiniones y creencias, siempre disfrazadas de certezas definitivas y universales. Y, por supuesto, muchas de estas «certezas» acaban siendo compradas y, lo que es peor, revendidas.